Lo primero que debería tener en cuenta una empresa al iniciar un nuevo proyecto (entendiendo que ya se han realizado los pertinentes estudios de mercado en los que el cliente potencial acepta positivamente la aparición del producto), es el envase que va a utilizar. Muchas son las opciones que se nos presentan, pero nos vamos a centrar en dos: bolsa o bote.
Para esta primera elección habría que valorar el aspecto económico y el estético. Económicamente, la bolsa siempre saldrá más económica que el bote pero, este último, habitualmente otorga una mayor presencia y un valor añadido al producto. Es por ello que, en función del producto que comercialicemos y el cliente al que nos queramos dirigir, nos interesará decidirnos por un envase u otro.
En ambos casos, es fundamental “no volverse loco” con los distintos formatos a presentar. Es decir, en caso de elegir la bolsa, plantear 2 o 3 tamaños (no más) y en caso de decidirnos por el bote no variar el tapón ni la forma del mismo. ¿Por qué motivo? Es sencillo, cuando envasamos en bolsa, cada formato de bolsa necesitará un formador distinto (coste más elevado de la inversión) y una bobina de film (tendremos un mayor stock de bobinas al necesitar distintos tamaños). A la hora de trabajar, cada vez que haya que cambiar de tamaño, el operario necesitará: cambiar el formador, la bobina y ajustar la máquina. Lógicamente, ese tiempo perdido es un coste añadido frente a la posibilidad de trabajar en continuo con el mismo formato. Algo similar ocurre con los botes, ya que necesitaremos una taponadora por cada formato de tapón, lo que implicaría una inversión inicial muy alta, así como un incremento en recambios y mantenimiento.
Para una información más detallada, puede contactar con info@grupopymar.es o llamar al 957348160.
